Datos personales
- Valheriah
- Metropolitana, Chile
- Puedo ser un poema de Neruda escondida en un rincón, y escribir los versos más tristes esta noche. Puedo ser tu curiosidad. Very irresistible de Givenchy. Una postal de cualquier lugar del mundo. Un película en blanco y negro de Tarantino. Ser una llamada perdida de ojos café oscuro. Puedo ser despedidas y reencuentros. Un huevito bon-o-bon para pascua. La noche. Tu caja de pastillas de la felicidad. Puedo ser una flor de papel.
jueves, 30 de septiembre de 2010
Vacío mental
Hoy estuve, más cerca de lo último, tanto así, que de lo único que tengo ganas es estudiar, sí estoy loca. Pero me aguanto las ganas, y priorizo un lapsus de conciencia para escribir.
Miro por la ventana, y los edificios tapan mi vista, la asquerosa vista de un cielo lleno de smog.
Me siento como flotando, pero ahora no en un buen sentido, sino que flotando porque me siento como en otra, como si escribiera desde la luna, y mirando la tierra dijiera; "Wowww".
Y por primera vez en la historia de mi blog, he escrito y reescrito y releído más de 3 veces lo que estoy tecleando, porque de verdad que sigo en otra, y las ganas de estudiar, se fueron flotando, igual que yo ahora.
martes, 28 de septiembre de 2010
Un vestido, una chaqueta, una nota...
Lo conoció en una estación de trenes un 2 de noviembre del 91.
Él iba con la mirada perdida, y una chaqueta azul. Lo recordaba como si hubiese sido ayer.
El día estaba nublando, y ella con un vestido no muy adecuado para aquel frío. Estuvo horas mirándolo, o segundos, su percepción del tiempo falló en ese momento. Hasta que porfín aquel despistado caballero se dio cuenta del estado de ella y le prestó su abrigo, se sentó a su lado y luego de varias miradas comenzaron una conversación, como esas que se dan entre grandes amigos que no se ven hace un buen tiempo.
Pero como no todo en la vida es perfecto, un estruendoso movimiento sacudió el andén, el tren de ella había llegado, debía marcharse.
Lentamente se despedió de su acompañante, pensando con tristeza que jamás le volvería a ver.
Caminó hacia el tercer vagón, subió las escalerillas,y se dio vuelta para verlo por última vez, quizo salir corriendo, dejar aquel viaje y tirarse a sus brazos, pero él no hizo ademán de querer hacer lo mismo, solo se quedó ahi espectante, entonces ella decidió no actuar y con paso alicaido siguió hasta su asiento junto a la ventana, se sentó y el tren comenzó la marcha.
Ya no había vuelta atrás. De repente se sobresaltó, se había quedado con la chaqueta de él sin darse cuenta. ¿Pero que más daba? ya no podía devolvérsela, ni tenía la intención, él no sentía nada por ella. Entonces metió las manos a los bolsillos (una manía que siempre tenía) y descubrió que en ellos había una nota. Una nota de él, diciéndole que en la estación la había mirado por horas, quizás segundos, y que le dejaba un número de teléfono para que pudieran contactarse y alguna vez volverse a ver...
lunes, 27 de septiembre de 2010
A quince minutos de distancia

Cuando sientas que no puedas más,
cuando estés a punto de darte por vencida,
cuando tus pies ya no quieran dar otro paso,
y cuando tus manos se cansen de trabajar,
acuérdate de mi,
que a pesar de la distancia siempre estaré junto a ti,
y de que el tiempo no es más que un caos espacio-temporal que pronto cesará.
quiero caer y dejarme llevar por el recuerdo,
domingo, 26 de septiembre de 2010
Dame tres minutos y medio de una canción

La lluvia se fue y quedaron solo mis botas. Aburrida multipliqué las veces que me llamaste por los días que nos vimos y los dividí por las veces que me olvidabas y dio negativo.
sábado, 25 de septiembre de 2010
¿Dónde guardaste los recuerdos?
Como una vieja bicicleta olvidada en el garaje, quedaron nuestras numerosas historias y anécdotas, oxidándose por el olvido y empolvadas por el tiempo.
Así de frágil es la amistad, siempre lo tuve en cuenta, pero contigo eso nunca pasó por mi mente, es que entre nosotros todo era distinto. Pasábamos el tiempo hablando de cosas sin sentido y de vez en cuando sacabas tu frase filosófica que sabías me dejaba pensando por horas. Salíamos a recorrer lugares y me acompañabas hasta el fin del mundo. Nos juntábamos solo para saber que seguíamos ahí, y una o dos veces comimos nuestro plato preferido compartido. Todo era perfecto.
A veces cuando tenemos algo por mucho tiempo nos cansamos de eso, sabemos que estará ahí cuando volvamos, como un niño que se aburre de su bici y la deja por ahí en un rincón. Pero luego de un tiempo aquella vieja chatarra guardada en la bodega comienza a extrañarse, quieres volver a usar tu bicicleta y recordar como se sentía, pues a fin de cuentas aunque ya no es de tu tamaño, aunque para navidad recibiste una nueva bicicleta, la que tu de verdad quieres es aquella que te trae tantos recuerdos, y estuvo contigo en todas las caídas, cuando recién aprendías a andar.
Como una vieja bicicleta, nuestra amistad está guardada en el garaje, por lo menos tengo la certeza de decir, que fue la bicicleta mejor cuidada, más querida y con los mejores recuerdos…
Por una misa de domingo
En las tardes sacaba a pasear a su perro, recorría la manzana entera tres veces y saludaba a un vecino, siempre el mismo, el único que conocía desde que llegó allí hace más de 20 años.
En las noches acomodaba su cabecera, miraba el lado izquierdo (vacío) de la cama y decía buenas noches a un ser invisible, rezaba por los domingos que faltó a misa, y pedía al señor que no la castigara con la soledad eterna de su cuarto.
Ella jamás rompió su rutina, hasta que una tarde en la segunda vuelta a la manzana, el saludo a su vecino sería distinto. Como todos los días le dijo “Hola” sin mirar, tan solo de cortesía, como todos los días, el vecino trató de sacar valentía y ahora sí resultó, “Hola, ¿cómo estás?” y tan solo eso fue suficiente para comenzar una charla que se fue haciendo cada vez más larga y los paseos a su aburrido perro cada vez más cortos.
Ahora en las noches acomodaba la cabecera, y mirando al lado izquierdo (aun vacío) de la cama se despedía de su vecino, rezaba por los sueños indiscretos que la llenaban de algo que jamás la había llenado y le asustaban, y pedía al señor que no la castigara por sus impuros pensamientos.
Ella era una mujer de bien, intensa, emocional y pasional, pero de bien, y por no ignorar ninguna de sus características, podría decir que era bastante tímida, tanto así, que un sueño indecoroso hizo que dejara de hablarle al único ser del planeta (además de su perro) con el que tenía algún tipo de interacción.
Y fueron tantos los sueños que por tres semanas dejó de pasear a su mascota para no tener que encontrarse con el protagonista de sus noches.
Entonces él se preocupó, o quizás fue solo una excusa de lo mucho que la extrañaba y fue hasta su casa, (de cuatro casas de distancia) para decirle cuanto la amaba, para decirle que él todas las noches miraba el lado derecho (vacío) de la cama y se despedía de ella, para decirle que rezaba por todas las misas de sábado a las que había faltado y que rezaba por una vida con ella. Y para decirle que ella era la protagonista de sus noches.
Pero después de tanto tiempo diciendo hola, y tantos paseos a la manzana, después de tantos años tan solo siendo simples vecinos, justo ahora que ya se conocían, justo ahora que ambos tenían el valor y la esperanza de estar juntos, el destino hizo como siempre de las suyas, y se llevó a Ella en medio de un hermoso sueño por todos esos domingos que jamás fue a misa.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Puntos suspensivos
jueves, 9 de septiembre de 2010
martes, 7 de septiembre de 2010
sábado, 4 de septiembre de 2010
Una de esas tantas caminatas
Hoy todo parecía más lejano que nunca, las luces, las personas, la ciudad en general. Me sentía como un fantasma vagando por las calles atestadas de gente, iba sin rumbo, solo caminando, queriendo tiempo para mí, para reflexionar. Encendí un cigarro, últimamente se ha convertido mi asqueroso vicio.
Andaba lentamente como si quisiera que el mundo se detuviese ahí mismo, solo quería gritar, GRITAR fuerte y decir; “¡Hey! Aún estoy aquí” pero solo salía un débil sonido de mi boca, como si las palabras se escondieran dentro, como si mis labios se avergonzaran de gritar.
Simplemente seguí, por calles que jamás había pisado, ahora con mi cuarto cigarro en la mano, hasta que encontré una banca donde sentarme, necesitaba un descanso. Entonces me quedé ahí, inmóvil y expectante, mirando los rostros de los extraños, inventándome una historia y haciéndome parte de cada uno de ellos, como queriendo pertenecer a algo, sabiendo que soy parte de nada.
De pronto las nubes se tornaron grises, y pequeñas gotas de agua comenzaron a resbalar por mi cara, de algún modo me sentí aliviada, ya que el nudo que había aguantado toda esa tarde en mi garganta pudo salir, convertirse en llanto y todo sin que nadie lo notara.
Después de eso me levanté, con un poco más de fuerzas que con las que me había sentado, con un sentimiento de completa renovación, algo tenía que hacer, después de la tormenta sale el sol. Literalmente. La tarde se puso un poco más linda luego de que acabara la lluvia.


